En la monja educadora, con oropel y fanfarria, no veo a Dios. En la hermana misionera, equidistante y abnegada, veo a Dios.
En el consejo orgulloso del cura que es su sotana, no veo a Dios. En el pobre sacerdote de barriada proletaria, veo a Dios.
En el pueblo prepotente, de hipócrita salvaguarda, no veo a Dios. En el pueblo subyugado, de sonrisa esperanzada, veo a Dios.
En la madre que delega en sustituta profana, no veo a Dios. En los ojos lacrimosos de una madre octogenaria, veo a Dios.
En el rezo rutinario de creencia heredada, no veo a Dios. En la oración personal, humilde y necesitada, veo a Dios.
En los ricos ornamentos de una iglesia engalanada, no veo a Dios. En los cielos infinitos, con sus infinitas galas, veo a Dios.
En la altiva indumentaria de la púrpura bordada, no veo a Dios. En el tapiz natural de montañas milenarias, veo a Dios.
En el fervor callejero de procesiones marianas, no veo a Dios. En la sucesión perpetua de las olas entregadas, veo a Dios.
En el canto disonante de legiones de beatas, no veo a Dios. En el rugir del viento y el la melodía del agua, veo a Dios.
En los enhiestos retablos con policromadas tallas, no veo a Dios. En honduras de cañones, acantilados, gargantas, veo a Dios.
GRANDES PEQUEÑOS HOMBRES
Tú eres el mejor del elenco mundial de los
actores
y gozas el sabor
de dulces esplendores
y un cúmulo de máximos
honores.
Mas tu tiempo de gloria
será una fugaz sombra en el
olvido,
un sueño sin memoria,
un triste sinsentido
en eterno pretérito perdido.
Tú tienes gran belleza,
deseo general de las mujeres;
seduces con presteza
a quien y cuando quieres,
creando fantasías de
placeres.
Mas pronto tu hermosura,
ahora de continuo festejada,
perderá su frescura,
en breve estará ajada
y por toda mujer será
olvidada.
Tú ostentas el poder
y ocupas elevados pedestales,
burlando por placer
valiosos ideales
y obviando intereses
generales.
Mas tu soberanía,
por fuerza natural del
devenir,
será en cercano día
recuerdo a suprimir
y en medio de los evos no
existir.
Las dos navidades
Los niños del norte, hijos de la suerte, llegado el solsticio del frío diciembre, gozan navidades de mágica nieve, calles con candelas y guirnaldas verdes, belenes con musgo y reyes de oriente, abetos colmados de hermosos presentes. Los niños del sur flirtean con la muerte, no celebran años, sí días, si pueden. De dulces, regalos y luces carecen. Nada más que estrellas para ellos se encienden, y solo ilusiones, luminarias breves, por ser gratuitas chispean en sus mentes.
Datos biográficos Nací en la bella ciudad de Cuenca, en agosto de 1.955. Cursé todos mis estudios de Primaria, Bachillerato y Magisterio en dicha ciudad de Castilla del Sur (no me gustan ni el término de Castilla la Nueva ni el de Castilla-La Mancha). Este es mi curso cuadragésimo segundo en la enseñanza, de los cuales he desarrollado dos en mi provincia, ocho en Barcelona y treinta y dos en Aranjuez. Recuerdo que mi gusto por la Literatura viene de mis años del Bachillerato, evocando a algún que otro personaje que hizo mella en mi corazón adolescente, como fueron Segismundo y Hamlet.